En Córdoba nos bailamos todo y de todo, bailamos en rondas, en silencios solitarios, en dúos que se rozan permanentemente, cerrando los ojos, o mirándonos en el espejo. Aquellos que se dedican a realizar espectáculos profundizan en técnicas diversas y logran con cierto éxito sortear las dificultades de la falta de productores, trascienden el anonimato y su hazaña tiene el efecto de onda expansiva. Después todos queremos danzar.
"En Córdoba bailamos hasta la tragedia" esa frase me quedó resonando de una obra que dirigió Gastón Palermo, hace unos años. La tomo porque pienso como el lenguaje de la danza y sobre todo hoy la danza contemporánea que me interesa especialmente viene desarrollando temas sociales, involucrándose con historias fuertes y hechos que nos tocan profundamente.
Me gusta lo que me emociona, no solo lo que está bien hecho técnicamente o el despliegue de una gran destreza física, sino aquello que me hace sentir, con lo que me logro conectar. Creo en las buenas obras y en intérpretes que dejen no únicamente su carne en el escenario, sino también sus pesadillas o sus sueños convertidos en arte frente a mí. La vida para les danzadorxs requiere muchas horas de práctica y de sacrificios, pero sin duda es una forma de vida, moverse, expresarse con el cuerpo, pensar en acción.
Quisiera compartir otra mirada sobre la danza contemporánea, que se sientan contagiad_s a ver danza, acompañar a nuestr_s artistas y celebrar en cada encuentro solamente haciendo caso a eso que nos hizo sentir la obra, sin más explicaciones o razones que atender.
Creo que “la danza es muy directa” no hay que tener prejuicios con ella, como dice Luz Arcas, bailarina y coreógrafa española, que pudimos ver hace un tiempo en el escenario del Teatro Real de nuestra ciudad. Cierro la invitación a no perderse estas obras con una frase de la misma Arcas: “Todo el esfuerzo que supone dedicarte a esto, además del placer, solo tiene sentido si es para los demás”.
*Nota originalmente escrita para la web laeventera.com.ar
