Cien conejos no hacen un caballo. Comentario de la obra

Anatomía de una experiencia espectacular. Por Guadalupe Pedraza

Foto Gentileza Consuelo Cabral para La Chacarita Teatro

En los resquicios leguleyos, en las caricaturas  de los rostros de los funcionarios de turno que hizo Filloy mientras era juez y en su primera novela Estafen!, en la experiencia del obrero del arte de estos días también, en el amor desorbitante de sus hacedores,  allí está la savia de la obra "Cien conejos no hacen un caballo".

La "machine Filloy" acapara toda la atención desde el momento que uno entra a la sala. Allí está en el centro del espacio, recibiendo las miradas curiosas y expectantes. Es un sistema de poleas y engranajes diversos, combinados en una estructura imponente que no se parece a nada. Acaso esa primera imagen sea la introducción ideal a un nuevo relato sobre Juan Filloy, sin titubeos y lleno de ironías como el escritor acostumbraba.

Nuestro actor, Fernando Airaldo, vestido de negro al lado de unas máscaras pintadas de blanco, con su tonada cordobesa no escondida y su mirada perspicaz, con la libertad de jugar con las palabras, grita: ESTAFEN!!! ESTAFEN!!! Y la crítica atípica al corazón del sistema de justicia de los años 30 de nuestro lado del mundo parece indicar aún la salida en la desobediencia, en el desacato y en los márgenes, manteniendo vigente la apelación inevitable al orden impuesto.

De pronto el silencio, de pronto las imágenes que se abren paso por distintos rincones del espacio, nos quitan el aliento. Impacto sonoro y visual, latigazo a los sentidos donde las acciones en la pantalla apelan al primer mito, al estafador atrapado, que aún absuelto, decide fugarse con sus compañeros de celda.

En homenaje a la especial atención de Filloy a los números, escribo que la expectativa previa de un texto más ligado al humor de Filloy es el único 9 en todos los 10 que se lleva la puesta en escena de "Cien conejos no hacen un caballo".

Un tal Juan (Acerca de Juan Filloy)

El escritor de los tres siglos, inspirador de otros como Julio Cortázar, ganador de tantos más premios de literatura, el amante de los deportes aunque nunca practicó uno, amor que lo llevó a participar como socio fundador del club Talleres, del club de golf de Río Cuarto y a dirigir combates de Boxeo. Vivió casi 106 años de los cuales 28 fue juez, periodo en el que escribió profusamente pero sin publicar.

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