Cae la noche en Okinawa. Comentario de la obra.

Córdoba/ Argentina
Sobre la obra por Guadalupe Pedraza

La oscuridad, la polvareda, el aroma en la escena, protagonistas impensados.
Una musculatura viva, cuadrúpedo por momentos bípedo, relincha sin sonido, un ser que aparece en carne y piel, huesos y sudor.
Se desata, se calma, es masculino, se va dejando descubrir también femenino. El ojo espectador intenta adivinarlo, intenta ver en la neblina, la espesura de luz y negra oscuridad, entre la desnudez del hombre y el animal. No tiene rostro. Aunque lo imaginas, no tiene voz, pero suena apasionado, tierno, fogoso, enamorado.
Amarse, conectarse, encontrarse, sentirse descubierto por otro, volverse lúdico para otro, volverse compañero de juegos con otro.
Ser muñeco, ser rival, ser cóncavo.
Ser proveedor, ser seductor, convertirse en otro, querer ser el otro.
Hay una cierta tristeza en el aire de la noche fría por momentos, ardiendo en la piel, de a ratos, acaloradamente.
En escena se presentan Luis Ramírez y Adrián Andrada, con dirección Facundo Domínguez.


"Cae la noche en Okinawa"/ Teodoro Ciampagna